La marca española Seat está recordando estos días los 33 años transcurridos entre el nacimiento del primer Ibiza y su recambio actual, cinco generaciones después, y como no podía ser de otra manera, ha reunido ambos modelos en la isla que les da nombre. Con ese motivo se ha puesto de relieve la evolución técnica acaecida en estas tres décadas largas, pero muchos quizá no conozcan las rocambolescas circunstancias en que comenzó todo. Como la mayoría de las historias más sabrosas, la de la génesis del Ibiza guarda relación con un nombre propio de persona, Juan Miguel Antoñanzas, donostiarra de 1932 que en plena Transición política transitaba él también de la Presidencia del Instituto Nacional de Industria (INI) a la de Seat, una compañía a la sazón deteriorada, con una gran instalación fabril en Barcelona pero carente de tecnología propia.