Pasear por Tokio, que estos días inaugura una nueva edición del Salón del Automóvil, predispone a encontrarse con coches muy particulares. Coches que, por ejemplo, no se venden en ninguna otra parte del mundo, como son los diminutos kei-car. Pero es difícil que sus taxis llamen la atención, aunque sean mayoría las berlinas Toyota Crown, pintadas con infinitas decoraciones y siempre impecablemente cuidadas por sus conductores, entre los que gusta proteger las tapicerías con tejidos que recuerdan a los de ganchillo que tan de moda estuvieron hace décadas en nuestro país.